Las imágenes del ataque contra la obra de Klimt son impactantes: allí se ve a una chica y un chico rociando con un líquido negro la pintura, y mientras el personal de seguridad aleja de la escena al varón, la mujer pega su mano contra el cristal que recubre el cuadro, lo que le garantiza un tiempo extra para captar la atención y denunciar que "los nuevos pozos de petróleo y gas son una sentencia de muerte para la humanidad".
En declaraciones a la agencia de noticias AFP, la vocera del museo, Klaus Pokorny, sostuvo que "los restauradores están trabajando para determinar si la pintura, que está protegida por un vidrio, ha sido dañada".
Muerte y vida es un icónico cuadro de Klimt que simboliza los dos grandes misterios de la experiencia: por un lado, la muerte, la calavera vestida en unos trapos de colores azules y morados, bordada con cruces, del otro humanos (mujer, varón, persona mayor, bebé) abrazándose y enredándose en el sentido de la vida, con esa estética tan particular del pintor austríaco entre colores dorados y pieles.
El ataque fue reivindicado por el grupo la Ultima Generación que lo posteó en sus redes: "Los nuevos pozos de petróleo y gas son una sentencia de muerte para la humanidad. También reclaman "medidas inmediatas" contra la crisis climática convocando a reducir las "millones de toneladas de CO2 por año sólo en Austria".
En las últimas semanas, los activistas medioambientales han tomado como base de operaciones de sus proclamas distintos museos, atacando obras de arte para alertar a la opinión pública sobre el calentamiento global. Entre las afectadas por los ataques hay dos obras de Goya del Museo del Prado en Madrid, los Girasoles de Van Gogh en Londres y una pintura de Claude Monet, en Potsdam, cerca de Berlín.
Tras los ataques, grandes museos internacionales como el Prado, el Louvre de París, o el Museo Guggenheim de Nueva York, declararon la semana pasada estar "profundamente conmocionados" por la amenaza contra obras que son "irreemplazables".