Ejecutivos y artistas, jóvenes y viejos, hombres y mujeres desfilan por las páginas del libro en solitario. Algunos miran su celular o algún otro dispositivo, otros llevan auriculares, algunos miran su reflejo en las vidrieras o contemplan el paisaje urbano, pero no tienen interacción con los demás y se ven solos en una ciudad inmensa.
Pero no hay rastros de angustia ni climas opresivos en esas postales. “La soledad tiene mala prensa y se asocia con la tristeza. Pero no creo que sea así. Uno puede estar bien consigo mismo y disfrutar de esa situación”, cuenta Mariño, de 46 años, quien dejó la casa de sus padres a los 25 y aunque vivió en pareja unos cuantos años, actualmente lo hace sola. “Disfruto de hacer las cosas que me gustan y a mi ritmo. No tengo que rendirle cuentas a nadie”, sostiene.
La artista que estudió Derecho y trabaja en temas de propiedad intelectual cuenta que la fotografía representa para ella una vía de escape de su trabajo cotidiano, y empezó durante sus viajes prolongados a Nueva York y otras ciudades. “Viajaba seguido por trabajo a Nueva York y caminaba sola durante horas. Fue ahí cuando empecé a hacer fotos en la calle. Desde entonces siempre lo hago en las ciudades a las que viajo, y últimamente también en Buenos Aires, donde vivo”, recuerda.
“Hacer fotos me da una calma y una paciencia que no tengo en otros momentos. Quizá sea porque me permite salir de la realidad y crear mi propio mundo, un mundo de fantasía, un sueño”, confiesa.
"De entrada me empezaron a atraer las escenas minimalistas, los personajes solos. No me interesan las imágenes abigarradas", señala Mariño, quien estudió fotografía con Eduardo Gil y Diego Ortiz Mugica y lejos de buscar paisajes, comenzó a documentar escenas cotidianas a partir de retratos no posados de sus sobrinos.
En ese camino, la abogada empezó a poner el objetivo de su lente en los seres que realizaban sus actividades en solitario. “Me acostumbré a sacar de lejos, para no interferir. Quizás iba caminando y veía un lugar que me atraía, una luz distinta y esperaba a encontrar un personaje solo. Me hizo muy bien ya que soy muy ansiosa y aprendí a dejar que pasen las cosas”, cuenta y se ríe cuando recuerda las veces en las que un auto estacionaba frente a ella y le impedía tener la foto que quería.
Pero aclara: “Tuve bastante suerte porque algunas fotos fueron tomadas en el subte de noche o en momentos en los que había poca gente, pero otras, surgieron en Lexington Avenue que siempre está repleta”. Y cuenta por qué Nueva York es una ciudad donde gran parte de los ciudadanos viven solos: “Allí van jóvenes de todo el mundo a trabajar o estudiar. Cada uno hace lo que quiere y se muestra cómo es y allí pude conectarse consigo mismo. Hay mucha más individualidad. Esa individualidad es lo que nos hace únicos e interesantes”.
Sin embargo, Mariño aclara que en su libro -cuyas imágenes constituyen una muestra online que pueden verse en la página de la editorial- hay mayoritariamente postales de Nueva York, pero también de Melbourne, Londres y hasta Hong Kong. “Últimamente también comencé a hacer fotos de Buenos Aires, las que comparto en mi Instagram. Aprendí a aprovechar el celular cuando es lo que tengo a mano para captar un instante que no se va a repetir”.
Sobre la transformación de esas postales urbanas en un libro objeto, de cuidada edición, la abogada y fotógrafa cuenta que la idea surgió después de hacer un taller con la fotógrafa Julieta Escardó, una de las creadoras de la editorial La Luminosa. “Le mostré mis fotos y le pedí que me ayudase con la edición. Se mostró muy interesada por el concepto de la soledad en las grandes ciudades y el resultado es One”.
A la vez que asegura que la soledad tiene matices diferentes en las distintas ciudades: es más habitual en Nueva York y, quizás en los países nórdicos donde el clima mismo invita a quedarse adentro, y mucho menor en Buenos Aires. “Somos más familieros”, justifica. Luego reconoce que la pandemia cambió los hábitos en todo el mundo y obligó a mucha gente a estar sola. "No fue mi caso ya que siempre hice trabajo remoto. La pandemia no me cambió nada. Siempre fui muy independiente y, sin hacer una apología de la soledad, disfruto de estar conmigo misma, asegura y confiesa que se hizo fotógrafa “por la belleza de ver lo extraordinario en la vida cotidiana, del misterio de la gente, de estar solos en este mundo superpoblado y de callar mi mente por un rato”.|