Luego de la incursión bélica de la Federación Rusa a Ucrania comenzaron a llover sanciones económicas tanto para el país, como para individuos particulares: el presidente Vladimir Putin, el canciller Serguéi Lavrov, y un nutrido grupo de multimillonarios rusos. Hasta el momento, estas acciones no tuvieron ningún efecto disuasorio en la operación militar en curso.
Incluso la amenaza de quitar a Rusia del SWIFT, el sistema de pagos internacionales, podría no ser un golpe letal para la economía rusa, puesto que generaría incentivos para operar por fuera de dicha estructura, es decir, debilitar al dólar como moneda hegemónica de intercambio. Ese fue el caso de Irán, donde Washington debió adoptar una posición intermedia porque no podía sostener la exclusión de aquel país del sistema de pagos internacionales.
En ese caso, China podría jugar un papel central en ayudar a Rusia con sus transacciones financieras. Precisamente lo que no desea Estados Unidos, fortalecer a su principal adversario.
La primordial razón por la que el gigante euroasiático no sufrirá un impacto devastador es la acumulación de reservas y su conservadora política fiscal. Como señala el economista Eduardo Crespo, la Federación Rusa cuenta con más de 600 mil millones de dólares en reservas.
La acumulación de dinero significa soberanía en el escenario internacional actual, la capacidad de afrontar sanciones económicas –que siempre van ligadas a discursos de un moralismo sorprendente– permite que la economía no colapse ante la imposición de las mismas, como sucedió con Venezuela, por ejemplo. Para enfrentarse al eje EEUU/OTAN es condición necesaria acumular divisas de la moneda que controla la economía mundial.
El otro elemento fundamental es una gran capacidad militar: armas nucleares, misiles de larga distancia, submarinos nucleares. Así como control de la información.
La relación económica de Rusia con occidente es difícil de interrumpir, se mantiene sin alteraciones, como antes de la invasión. 700 millones de dólares diarios comercian distintos países con Moscú. Es complejo cumplir con las sanciones impuestas, ya que Rusia es un proveedor principal de gas y petróleo de Europa. Por ello, los pagos de energía han quedado exentos de sanciones, las mismas fueron concentradas en los dos mayores bancos del país: Sberbank y VTB Bank.
Europa recibe de Rusia el 40% de su consumo total de gas y en las últimas horas uno de los principales productores del mundo, Qatar, anunció que no está en condiciones de afrontar esa demanda y ocupar el sitio del país gobernado por Putin.
Los discursos van por un camino, los intereses por otros. Es difícil para occidente congeniar ese tipo de sanciones con el funcionamiento de su economía. Ya se observan aumentos en los precios de la energía –y de los granos–, una escalada sería letal para la inflación global, que alcanza máximos en más de 30 años en Estados Unidos, por ejemplo.
El impacto en Argentina
Estas incipientes subas de precios globales de commodities como petróleo, gas, trigo, maíz, cebada o soja, amenazan con crecer. Incluso si no se llega a una escalada propiciada por sanciones económicas más fuertes hacia Rusia, como hemos mencionado anteriormente.
Además, el costo de los insumos derivados también proyecta aumentos. Muchos de ellos metales fundamentales para la industria automotriz, la electrónica, o la construcción. Algunos analistas han mencionado incrementos de entre el 20% y el 40%.
Martín Burgos, coordinador del departamento de Economía Política del Centro Cultural de la Cooperación señaló que “para Argentina tiene impacto en el sector externo como fiscal. Va a ser un ingreso extra, lo que facilita la posición frente al FMI”.
“Sube el precio de los commodities y es probable que siga por algunas semanas. Esto nos agarra justo al inicio de la cosecha, lo cual es bueno para Argentina”, expresó el economista. Sobre el precio de los alimentos, Burgos opinó que “el efecto inflacionario se puede controlar porque es una suba del precio internacional, no de los costos internos”.
Además, destacó el efecto positivo de la situación sobre Vaca Muerta “para que empiecen a haber inversiones tiene que haber un precio mínimo de 70 dólares. Mientras más alto esté hace más rentables esas inversiones”.
El citado Crespo, profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro, también evalúa como positiva una suba de los commodities para Argentina, pese al incremento en el precio de los alimentos: “Si hacemos un saldo, la suba siempre es bienvenida porque puede ser compensada para que no perjudique a los salarios”.
Un aspecto que se cuela en la negociación con el FMI es el de los subsidios energéticos en el marco de la negociación por la deuda contraída por Mauricio Macri. La baja de subsidios será difícil de cumplir y de ratificar en el Congreso.
Un ejemplo palpable es el del gas natural licuado -GNL-: Argentina importa GNL para garantizar el abastecimiento en invierno. Más allá del desarrollo de Vaca Muerta, que tiene el potencial de convertir al país en exportador de hidrocarburos, el inconveniente se encuentra que el gas que actualmente produce esa cuenca no es una opción debido a la saturación de los gasoductos que lo transportan a las grandes urbes. Y el gasoducto recientemente licitado, que irá desde la explotación neuquina hasta Bahía Blanca, estará finalizado para el invierno de 2023 si no existen contratiempos. Por lo tanto, es un precio que el gobierno de Fernández deberá convalidar.
Con este cuadro de situación, los subsidios no solo no bajarán este año, sino que necesariamente deberían subir. Al precio del GNL debe agregársele una recomposición tarifaria de las compañías prestadoras del servicio, mayor demanda local gracias a la reactivación económica y el declive del gas boliviano, que será reemplazado por combustibles más caros.
Distintas consultoras, como la que dirige el ex viceministro de Economía Emmanuel Álvarez Agis, calculan que el monto de los subsidios energéticos se ubicaría este año en torno al 2,4% del PBI, escalando de 11.000 a 14.000 millones de dólares. |