El FMI y el péndulo argentino – Negocios & Política
 

Política & Economía |El FMI y el péndulo argentino

El principio de acuerdo entre el gobierno nacional y el organismo internacional trae a la palestra la vieja discusión sobre los ciclos económicos del país: ¿la falta de dólares inclinará la balanza nuevamente hacia una opción neoliberal en 2023? ¿O efectivamente el Programa del Fondo asegura crecimiento y recomposición del ingreso?
Adrián Machado
Análisis
Adrián Machado
Análisis

El principio de acuerdo anunciado entre el Gobierno y el Fondo Monetario Internacional (FMI) tuvo repercusiones de todo tipo y en toda latitud: discusiones dentro del Frente de Todos –con la sonada renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque de diputados–, incertidumbre en el campo opositor –con el rechazo de libertarios y trotskistas, aunque por razones diferentes–, y variados análisis a nivel internacional.

Entre los últimos se encuentran dos que analizan lo conocido –recordemos que aún no se presentó el acuerdo final– desde polos opuestos, pero arribando a la misma conclusión. Joseph Stiglitz subrayó que “el FMI no insistió, como suele hacer, en la austeridad”. El premio Nobel de economía señala como un logro del Gobierno que el acuerdo no incluya recortes que afecten al crecimiento y que “el acuerdo argentino les da la esperanza (a otros países endeudados) de que pueden recurrir al FMI sin que el Fondo imponga una austeridad perjudicial y otras condiciones contraproducentes. Esperemos que ese sea el caso”.

Por otra parte, el Financial Times exigió mayor dureza por parte del organismo que conduce Georgieva. En una reciente editorial, el histórico medio inglés coincide con el mentor de Martín Guzmán: el acuerdo no es el clásico del brutal ajuste exigido frecuentemente por el Fondo. Además, el FT pide mayores condicionalidades por parte del FMI debido a que Mauricio Macri dejó una deuda que “era una montaña impagable”. También indica que el crédito facilitado por la administración Donald Trump fue el “mayor rescate de la historia” del organismo a un gobierno. De todos modos, considera que el ajuste exigido debe ser mayor.

Lo ideal es no endeudarse nunca con el FMI, pero cuando ya se ha hecho es conveniente evaluar las alternativas para afrontar el problema. No es una negociación de iguales. Argentina se encuentra una posición muy débil, no existe financiamiento alternativo (China y Rusia, por ejemplo, están dentro del FMI y poseen cláusulas que ante un default con el organismo suspenden sus líneas de financiación). La declaración de default implica mayor presión sobre el tipo de cambio, las reservas, y la suspensión de líneas crediticias de organismo internacionales (CAF, Banco Mundial). 

Sobrevolaron en las últimas semanas razonamientos asociados a diferentes destinos para los dólares que no se le pagarían al FMI en el caso de apostar a una cesación de pagos. El inconveniente de ese argumento es que no existen tales divisas, el BCRA tiene cerca de 2.000 millones de dólares de libre disponibilidad. Esta fue una de las razones de buscar cerrar un acuerdo ahora, puesto que el Gobierno se puso en una posición de extrema debilidad al seguir pagándole al organismo y licuar sus reservas. En el mismo sentido se inscribe la idea de denunciar ante la Corte Internacional de Justicia el desconocimiento de la deuda, una acción de tipo simbólico y de una ingenuidad rampante si se conoce como funcionan este tipo de organismos.

No existe un buen acuerdo con el Fondo Monetario, solo uno menos malo. El condicionante de la deuda externa estará durante varios años en la política y la sociedad argentina.

Las consecuencias a corto plazo de lo que se resuelva con el FMI definirá si el “péndulo argentino” se vuelve a mover. Las variaciones en cuanto al tipo de cambio, las reservas internacionales del BCRA, la inflación, el empleo y el nivel de ingresos serán determinantes en la elección presidencial del año próximo.

El péndulo

En el libro Polarizados (Capital Intelectual, 2021), el economista Emmanuel Álvarez Agis retoma y analiza una de las problemáticas económicas centrales de la historia argentina: el conflicto distributivo y la inflación. 

Para adentrarse en la cuestión, el especialista recupera el clásico concepto de Marcelo Diamand: el “péndulo argentino”. A principios de los 80’, este ingeniero industrial acuñó el término para referirse a las oscilaciones político-económicas que caracterizaron al país en la segunda mitad del siglo XX.

“Por un lado, gobiernos de corte liberal o conservador que abrían la economía, tanto comercial como financieramente, que acudían al endeudamiento externo para conseguir las divisas necesarias para financiar el crecimiento y ajustaban en términos fiscales, terminaban con crisis cambiarias que hundían a la economía en el combo recesión + inflación. Cuando el mercado externo identificaba que la trayectoria de endeudamiento del país era insostenible, la canilla de los dólares se cerraba y con eso, también lo hacía el ‘ciclo liberal’, empujando el péndulo hacia el otro extremo. Por otro lado, tras la crisis del modelo conservador el reflejo de los gobiernos de corte popular era implementar programas económicos polarmente opuestos: protección a la industria nacional, aumento del gasto público, regulación de precios y tarifas, regulaciones para el mercado financiero y estímulos para el mercado interno. Cuando el crecimiento del mercado interno llegaba a cierto punto, se terminaban los dólares, y con eso, no solo el crecimiento, sino que se desataba una crisis idéntica a la de los gobiernos conservadores: una devaluación que terminaba nuevamente en el combo recesión inflación. El péndulo entonces volvía hacia el otro extremo. Y así”, sintetiza Agis.

Según el economista, desde el retorno democrático el péndulo se movió cinco veces en la lógica popular-conservadora: Raúl Alfonsín – Carlos Menem, los Kirchner (Néstor y Cristina) – Macri y Fernández. El autor no incluye a Fernando De La Rúa ni a Eduardo Duhalde.

Inflación

El autor efectúa dos preguntas: ¿Son las leyes económicas las que determinan un movimiento pendular de la economía y es la política la que se pliega a ese movimiento de manera pasiva reflejándolo? ¿O, por el contrario, es la política la que “secuestra” a la economía y la lleva de un costado al otro condenando al país a la recesión y la inflación?

A partir de las mismas desarrolla una argumentación en la que aporta elementos para intentar comprender cómo la dinámica pendular de la economía y la polarización política influye en un elemento central en el cambio de dirección del péndulo: la inflación.

El desarrollo argumental continúa con las explicaciones ortodoxas y heterodoxas sobre las causas de la inflación. Los referentes de la primera corriente suscriben al monetarismo pergeñado por Milton Friedman: “en las versiones más modernas de esta teoría, los políticos enfrentan un trade-off entre inflación y actividad económica: aumentando la oferta monetaria (esto es, imprimiendo dinero), los políticos podrían lograr un mayor nivel de actividad, pero a costa de incrementar la inflación. Ese toma y daca entre inflación y actividad es en realidad un toma y daca entre inflación y desempleo. De acuerdo con esta teoría, ¿qué podría ser entonces más atractivo para un político que, con el solo acto de emitir más dinero, lograr reducir el desempleo? La cadena lógica es entonces sencilla: impresión de dinero, baja del desempleo, aumento de los votos. El efecto no deseado de esta dinámica seria la inflación”, glosa Álvarez Agis.

El monetarismo ocupa el lugar central de la política mundial luego de la crisis del petróleo, la estanflación terminaría con la hegemonía keynesiana. Ronald Reagan y Margaret Thatcher fueron los protagonistas de esa etapa. Para esta visión la política es vista como un elemento externo que interrumpe el normal funcionamiento del mercado, con la inflación como indicador de tal alteración.

Al ser la inflación un problema político y no técnico, explica el fundador de la consultora PxQ, “su resolución requiere claramente de encontrar algún tipo de equilibrio al conflicto distributivo que la origina”.

En este sentido, es esclarecedora la carta que le envía el padre del monetarismo, Milton Friedman, a Augusto Pinochetluego de visitar Chile: 

“Existe solo una manera de terminar con la inflación: reducir drásticamente la tasa de incremento en la cantidad de dinero. En la situación de Chile, el único modo para lograr la disminución de la tasa de incremento en la cantidad de dinero es reducir el déficit fiscal (…) En la práctica, disminuir el gasto público es, por lejos, la manera más conveniente para reducir el déficit fiscal (…) No existe ninguna manera de eliminar la inflación que no involucre un periodo temporal de transición de severa dificultad, incluyendo desempleo”. 

Los técnicos harían su trabajo con el blindaje militar, sin necesidad de revalidarse en las urnas. Así como tampoco existía la posibilidad de huelga por parte de los trabajadores, ni negociaciones salariales –el gobierno chileno fijaba por decreto los aumentos generales–.

Recuerda el texto que los economistas clásicos -Smith, Ricardo, Marx- consideran que los conflictos sobre la distribución del ingreso son políticos: “la inflación aparece cuando los reclamos de los distintos perceptores de ingresos en una economía exceden los bienes y servicios con los que esa economía cuenta”, sentencia Agis.

En las economías modernas los reclamos son siempre en términos monetarios. El conflicto es entre capital y trabajo, y puede perpetuarse en el tiempo, estableciendo una dinámica inflacionaria. “En síntesis, cuando las aspiraciones económicas de la sociedad no coinciden con sus capacidades productivas, el resultado es la inflación”, expone el economista. 

Cuando ningún polo se impone, la inflación perpetúa el conflicto distributivo.

Estoy verde

Este conflicto se expresa con mayor claridad a través del tipo de cambio. Cualquier argentino puede discernir entre un dólar “barato” como sinónimo de baja inflación y un dólar “caro” como equivalente a devaluaciones y recesiones a lo largo de la historia del país. Esto se relaciona con la estructura productiva argentina: las exportaciones son principalmente de alimentos y se importan bienes intermedios y de capital.

El ciclo es conocido: cuando se acaban los dólares que ingresa el sector primario sobreviene la devaluación, con un beneficio a los exportadores –no a las cantidades exportadas, el tipo de cambio no alienta las exportaciones– y perjuicios a los trabajadores y empresarios orientados al mercado interno. Además, se encarecen los alimentos y las importaciones en general.

Si los dólares no son provistos por el sector comercial, pueden provenir desde el sector financiero, recuerda Álvarez Agis. “La convertibilidad y la primera mitad del gobierno de Cambiemos son ejemplos claros de esa dinámica”, grafica. 

El recorrido continúa con aclaraciones del tipo dólar alto = salarios bajos y que un tipo de cambio bajo suele funcionar como una oportunidad para las inversiones financieras a través del carry trade: aprovechar las tasas de interés en pesos y recuperar un retorno en “dólares baratos” al poco tiempo.

“Toda controversia en torno al nivel del dólar sería, en realidad, una controversia respecto a la distribución del ingreso”, concluye el autor. Los extremos del péndulo son: deuda externa y/o privatizaciones de un lado, viento de cola y controles de cambio del otro.

Historia reciente

Cuando la economía se estanca y hay menos capacidad productiva para atender las aspiraciones económicas de la población, el conflicto redistributivo se incrementa. Es lo que sucedió a partir de 2008, cuando se dejaron 5 años de inflación en torno a un dígito para subir a un piso del 25% anual

Luego, bajo el macrismo, los ganadores del modelo K pasaron a ser perdedores: “Devaluación del 60% de la moneda, reducción o quita de las retenciones que aumentaron la rentabilidad de las exportaciones a costa del incremento del precio de los alimentos del mercado interno”. La fuerte suba en los servicios públicos mejora la rentabilidad de las empresas y achican el poder adquisitivo de los salarios. Del mismo modo actúa la suba de la tasa de interés, beneficiando al sistema financiero local e internacional.

El ensayo recuerda que Cambiemos usó, al igual que los gobiernos precedentes, la táctica del “dólar barato”, en su caso a través del endeudamiento externo. De esa manera, la inflación retornó al estadio del 25% en 2017 –cuando se había ubicado en 40% el año previo–. Esta estrategia rápidamente encontró su techo, puesto que no se invertía en aumentar las capacidades productivas del país. La administración Macri impuso un nuevo piso inflacionario en el que se dirime el conflicto redistributivo, del 25% pasamos al doble.

El otro lado de la grieta opera diferente, pero cuando los dólares se terminan el resultado es el mismo. “Por lo general, el objetivo de mejorar la distribución del ingreso es declarado explícitamente. Favorecer el trabajo sobre el capital, la producción sobre la especulación y muchas veces, la industria sobre el campo. Pero, para lograrlo, no se pueden cambiar las leyes de la economía: es necesario conseguir dólares para financiar el crecimiento”, sintetiza el autor.

En el corto plazo se observan resultados positivos: aumento en los niveles de consumo y en la producción local. Pero todo se sostiene en la estabilidad cambiaria.

¿Cómo resolver la inflación estructural?

Finalmente, Emmanuel Álvarez Agis indaga en la posibilidad de resolución de una inflación que se ha vuelto estructural desde hace más de una década. El economista destaca dos momentos en que se pudo lograr contener el conflicto distributivo. En ambas ocasiones primó la hegemonía, no la polarización.

Los momentos referidos con la convertibilidad y el gobierno de Néstor Kirchner. 

“En primer lugar, la hegemonía permite que el gobierno de turno se arriesgue a bajar la inflación. La polarización implica muy bajos incentivos para arriesgar con un plan económico de ese tipo, puesto que la sola posibilidad de fracaso implica que el otro polo aumente sus chances de volver al gobierno. En segundo lugar, la hegemonía implica la derrota del otro polo y, con esto, que sus representados pierdan la representación política de sus intereses, lo cual debilita el conflicto distributivo puesto que cancela políticamente a algunos actores de esa discusión”, concluye Agis. 

Como corolario, el autor señala dos oportunidades para reducir la inflación y fomentar la expansión económica. Un tortuoso estallido económico que brinde hegemonía a uno de los dos polos o un acuerdo político que permita una distribución que contente a ambas partes de la grieta

Aunque el ensayista se pregunta si justamente esa no es una de las razones de la grieta: el desacuerdo sobre la distribución del ingreso.  |

    Vínculo copiado al portapapeles.

    3/9

    Lorem ipsum dolor sit amet, consectetur adipisicing elit.

    Ant Sig