“¿A cuánto dijo que va a estar el dólar el marido de Pampita?” la predicción de un dólar a 350 o 400 pesos, cobró fuerza esta semana, en el intercambio diario con el encargado, al subir a un taxi o al pagar en un café. La frenesí por dolarizarse a cualquier precio de algunos sectores, ante la posibilidad de que el país incumpla el vencimiento de 731 millones de dólares, alertó en todos los niveles por el efecto en cadena que genera la devaluación. No eran sólo fantasmas, el riesgo concreto de caer en “atrasos” con el FMI, hizo que el dólar ilegal rompa sus propios records día tras día.
El jueves, ya en un clima intenso –con olor a default– la moneda cerró a 223 pesos. Por la tarde, la reunión del Presidente con el jefe del Palacio de Hacienda, Martín Guzmán, y el titular de Diputados, Sergio Massa, dio vuelta el panorama.
En tiempo de descuento y sin reservas para afrontar más de 1.000 millones de dólares en menos de una semana, primó la cordura, que cristalizó en una reacción lógica a partir de la flexibilidad que aportaron ambas partes para evitar los riesgos que traería la imposibilidad de que Argentina responda a sus compromisos.
El panorama no sólo era complejo para el deudor que podía pedir un perdón –weiber– que lo sacara del apuro. La economía local no tenía margen para soportar la presión en el mercado financiero, sin embargo, el FMI negocia ni más ni menos que cerca del 30% de su cartera.
En fin, aunque el principio de entendimiento parece ser una parte del todo, trajo cierta calma en el mercado; el ritmo de especulación bajó y, el mismo viernes el dólar bajo 10 puntos hasta cerrar a 212,50 (-4,5).
La baja entusiasma, pero la brecha de más de 100% con el oficial persiste. Desde el sector privado aseguran que el entendimiento es condición necesaria pero no suficiente para que la actividad mantenga el sendero de crecimiento que logró, pese a la pandemia, en 2021. Ahora, sin fuertes condicionamientos, puro mérito que Guzmán comparte con el número dos en la negociación, Sergio Chodos, representante de la Argentina frente al FMI, y la diplomacia del canciller Jorge Arguello en el norte, el Gobierno se comprometió a equilibrar sus gastos presupuestarios para 2025, cuando pasará de un déficit del 2,5% a uno del 0%.
Con el principal objetivo de frenar la emisión monetaria, para lograr de una vez controlar el circulo vicioso de una inflación que ronda 50% y genera profundos desequilibrios.
El ministro de Economía dejó ver que, además de segmentar las tarifas, irán en busca de los dólares fugados y la evasiónque amenaza permanentemente con devaluar desde operaciones en el mercado negro. Además, buscarán impulsar los sectores exportadores que pueden ingresar divisas al país.
Sin condicionamientos estrictos por parte del organismo multilateral, las posibilidades de generar que rápidamente las variables macroeconómicas se reviertan, son amplias.
Sólo falta que el programa sea interpretado, y apoyado, por todo el arco político en el Congreso y que esto venga de la mano de un plan, el plurianual, que puede ser el camino que abra la carrera de Alberto Fernández hacia 2023. |