Empezaron a organizar la fiesta de sus sueños antes de cumplir 14. Llegó la cuarentena y las restricciones. Los salones cerraron sus puertas y las pistas de baile quedaron vacías, en silencio. Pospusieron una vez, dos veces, tres veces; crecieron y ya no les gusta su vestido; no les divierte el vals.
Pero como las ganas de festejar siguen intactas, junto con los nuevos protocolos del coronavirus, que habilitan fiestas “casi como las de antes”, llegó una nueva moda, tomada de Estados Unidos, para reemplazar las Fiestas de 15: los Sweet Sixteen.
“Meses antes de la cuarentena contratamos el salón para una fiesta de 225 personas y lo pospusimos tres veces. En la última fue duro y Mora, que ya estaba más grande, empezó a dudar. De los 15 a los 16 les cambia la cabeza. Ya no quería video ni vals", cuenta Andrea, vecina de Bella Vista, en el partido de San Miguel, y mamá de una adolescente.
Y aclara: "Pero cuando empezó a ir a los Sweet Sixteen de las amigas se volvió a entusiasmar y lo vamos a festejar en diciembre con una idea más canchera”, cuenta. Además del perjuicio económico, porque todo aumentó hasta un 40%, Andrea cuenta que cada vez que tenían que posponer su hija estaba “más pichada”.
Es así que, para que no recordara sus 15 con tristeza, en el día de su cumpleaños organizó una caravana de autos sorpresa para que su familia y amigos pasaran a saludarla por la puerta de su casa desde los vehículos, respetando los protocolos que se exigían por aquellos días. Después todos le cantaron el Feliz Cumpleaños desde los autos y ella bailó el vals con su padre en el medio de la calle.
Los salones y organizadores de eventos coinciden en que, así como lo hizo Mora, la mayoría de las quinceañeras se está volcando a esta nueva tendencia, aunque otras optaron por esperar a los 18 o suspender definitivamente el festejo.En este último caso, como los salones u otros servicios contratados en general no les devolvieron el dinero que habían abonado, algunas salieron “a vender la fiesta” para recuperar al menos algo de lo invertido.
“De los 180 eventos que teníamos previstos, suspendieron 34 y todas son chicas de 15. No se suspendió ningún casamiento”, cuenta Jorge Bastonero, uno de los dueños de Palacio Leloir y Palacio D´Or, dos de los más reconocidos salones de Parque Leloir, en la zona Oeste del Gran Buenos Aires. Ahora, tras las reprogramaciones, en esos dos espacios para eventos no tienen fecha disponible hasta mayo y ya están agendando fiestas para el 2022 y hasta el 2023.
“Llegamos con la lengua al piso. Fueron meses muy difíciles y ahora empezamos a volver a vivir de a poquito”, asegura. Los protocolos habían comenzado a flexibilizarse poco a poco en meses pasados, pero la gente no quería hacer sus fiestas porque tenían que ser hasta la 1 de la mañana y con baile en burbujas alrededor de las mesas, entre otras restricciones.
Tras la aprobación de las nuevas medidas, a partir de octubre esto cambió radicalmente porque se sumó la posibilidad del baile sin burbuja, el horario se extendió hasta las 5 de la mañana y el aforo es del 100%. Los invitados deben entregar una Declaración Jurada en la que consta la ausencia de síntomas vinculados con el Coronavirus y que no son contacto estrecho de un caso confirmado en los últimos 14 días.
A su vez, se apela a la “responsabilidad individual” para comprometerse a seguir las medidas de higiene y seguridad, como la utilización de tapabocas y el respeto de la distancia social. Esta apertura llega tarde para muchos salones que, tras meses de inactividad, tuvieron que cerrar sus puertas definitivamente.
Según el colectivo SyMA (Salones y Multiespacios de Zona Oeste), son más de 700 los salones de Buenos Aires que cerraron, un 65% del total. Esto incluye tanto los grandes espacios como los pequeños en los que suelen hacerse fiestas infantiles y que fueron de los más afectados.
Los precios de una fiesta pueden tener miles de variables y hay opciones para todos los gustos y bolsillos. Desde celebraciones sencillas en el patio de una casa con decoración y comida casera, hasta millonarios eventos con fuegos artificiales y bandas en vivo.
En el caso que se opte por un salón de fiestas de los que tradicionalmente se utilizan para grandes eventos, el costo del alquiler no baja de los $50.000 y llega a superar los $500.000 en los más lujosos. El precio del cubierto por persona ronda los $4.000 a $7.000, y en algunos casos hay que agregar alrededor de $1.500 por la barra de bebidas.
Contratar un disc jockey famoso, que es lo que hoy muchas de las jóvenes piden, cuesta $250.000, mientras que los shows más sencillos parten de $80.000, $120.000 a $200.000 algunas bandas y de ahí para arriba los precios parecen no tener techo: desde cantantes muy famosos, hasta fuegos artificiales, globos aerostáticos. Además, se suman los costos de ambientación, souvenirs, cotillón, video, foto, vestido, zapatos y la lista puede crecer tanto como la cumpleañera o su familia estén dispuestos a gastar.|