Sobra la evidencia que la desmiente: es difícil encontrar estudios que indiquen que el alcohol pueda tener algún tipo de beneficio para la salud de las personas, y está repleto de investigaciones y recomendaciones que lo desaconsejan. Tal vez por eso, llame poderosamente la atención la teoría que explora sus supuestos beneficios en la película ganadora de un Oscar -recientemente agregada a la plataforma Netflix- “Otra ronda”.
Aunque posteriormente su autor haya declarado públicamente que fue malinterpretado, la teoría que se le atribuye al psiquiatra noruego Finn Skarderud supuestamente postula que nacemos con un déficit de alcohol del 0.05 por ciento, de modo que para funcionar de manera óptima sería necesario ingerir esa cantidad cada día.
Más allá de la discusión sobre si lo dijo o no lo dijo, es el disparador argumental que en el film lleva en un principio a los personajes a salir de la monotonía de sus vidas, y brillar tanto en sus profesiones como en sus vínculos sentimentales por medio del alcohol. Y si bien la película está lejos de concluir que el alcohol nos mejorará como seres humanos, vale la pena explorar sus implicancias. ¿Puede el alcohol, en dosis moderadas, mejorar nuestras vidas?
Los especialistas consultados son contundentes: “No hay una relación entre el alcohol y la capacidad cognitiva positiva, los resultados incluso en consumos ocasionales o moderados no son buenos”, enfatiza Alejandro Andersson, médico neurólogo, director del Instituto de Neurología de Buenos Aires. Y específica: “Hay un montón de trabajos científicos al respecto, de hecho hay una publicación de la revista científica del British Medical Jornal del año 2017 que evaluó su consumo moderado como factor de riesgo en el deterioro cognitivo, y confirma que incluso en estos casos se asocia con atrofia cerebral, con atrofia del hipocampo que es el área que tiene que ver con la memoria, y la que se compromete, por ejemplo, en la enfermedad de Alzheimer”, advierte.
“El consumo de alcohol se asocia con diferencias en la microestructura del cuerpo calloso y de todo el tejido nervioso del cerebro, el lenguaje también se hace menos fluido, no hay ninguna asociación con el rendimiento cognitivo transversal tampoco", añade. Y apunta: "concretamente la teoría de que nacemos con un déficit de alcohol y que por eso necesitamos un 0.05 en sangre para ofrecer la mejor versión de nosotros mismos no tiene ninguna prueba en ningún estudio científico”, remata.
Otra de las dimensiones que pueden cuestionarse a la supuesta teoría, y que se cristalizan en la trama misma, es la dificultad para quienes consumen alcohol de moderar de manera deliberada sus niveles de ingesta. “Vamos a empezar por la base de esto – subraya Gabriel Lapman, cardiólogo, nefrólogo y especialista en calidad de vida del Sanatorio Modelo de Caseros- es muy difícil moderar el alcohol. La mayoría de las personas empieza tomando una copa de vino y termina tomándose la botella”, puntualiza.
“No hay ningún tipo de efecto beneficioso del alcohol en la salud evidenciado científicamente. Y el consumo moderado es variable, porque realmente si hay una dosis de alcohol que no tenga efectos sobre la salud es imposible de controlar en cada persona, y además abre la puerta a consumir más", concluye. Y sugiere: “por lo tanto a los abstemios, no recomiendo nunca incorporar alcohol por algún tipo de beneficio. Y a los que toman, moderarlo o reducirlo a la máxima cantidad”.
Hablando específicamente de sus consecuencias sobre la salud y el comportamiento, Andersson detalla: "el alcohol es una droga con efectos múltiples, complejos, sobre la conducta, tiene efectos tanto estimulantes como sedantes, y pueden ser tanto placenteros como displacenteros, y eso depende de múltiples factores: lo cierto es que el alcohol actualmente genera serios problemas en la salud biológica, psicológica, individual y social".
Y continúa: "Puede desencadenar intoxicaciones agudas, crónicas, accidentes de tránsito, violencia doméstica, homicidio, suicidio, y las intoxicaciones tienen muchas formas de presentarse". Asimismo, subraya que la dependencia al alcohol es una enfermedad progresiva, crónica, "y el alcoholismo tiene una elevada incidencia en la población, da morbimortalidad, y enferma muchas partes del cuerpo con su consumo crónico".
Lapman suma algunas de sus enfermedades asociadas. "Puede atraer problemas hepáticos que se acompañan normalmente con aumento del hígado graso, cirrosis, várices esofágicas, miocardiopatías, depresión, hipertensión, hepatitis, pancreatitis, cánceres (diferentes tipos pero especialmente los de hígado)".
Ahora, ¿qué ocurre en cuanto al impacto que puede tener en la desinhibición? Según Andersson, este tipo de efectos pueden verse opacados por el gran porcentaje de alcoholismo en la población. "Algunos le reconocen un factor de integración social favorecedor de la convivencia, y es que los bebedores que son 'normales' pueden disfrutar de las bebidas por ese efecto placentero, pero desafortunadamente hay un porcentaje variable de individuos en la población bebedora que tienen problemas de salud y hasta adicciones a causa del consumo excesivo de bebidas alcohólicas", sostiene.
Y brinda un dato revelador: del 100 por ciento de los enfermos que hay en el planeta, el 10 por ciento lo están a causa de las adicciones. Y de ese 10, al menos un 4 corresponde a alcoholismo.
¿Cuándo hablamos de alcoholismo? "La OMS indica que lo padecen quienes toman diariamente una cantidad que para el hombre es de más de 70 gramos de alcohol y para la mujer más de 50, claro que hay que evaluar la concentración de las bebidas", remarca, lo que se traduciría a más de 14 tragos por semana (un trago son 12 gramos de alcohol).
Otro de los mitos en cuanto a esta y otras drogas es que elimina neuronas. “En sentido estricto el abuso de alcohol no mata las neuronas pero sí las daña, afecta la función cerebral porque incide en la conexión entre ellas, y eso trae muchas complicaciones, como la atrofia cerebral. En definitiva, ocasiona un daño en las funciones corporales y reducciones del tamaño del cerebro que sí trae aparejado un deterioro cognitivo o demencia”, explica Andersson.
Y no solamente puede afectar las funciones cerebrales de manera directa: “Otro de los motivos por los cuales el alcohol daña el cerebro es causado por el hígado, porque si se daña la función hepática, una vez que ese órgano no es capaz de filtrar de manera adecuada las toxinas del organismo, pueden llegar al cerebro y causar una encefalopatía hepática que afecta la función cerebral", agrega. Y concluye: "Si bien el alcohol no es responsable de matar neuronas, sí genera problemas que nos afectan a nivel cognitivo".|