La noticia conmovió al mundo. El mismo presidente que minimizó reiteradamente el impacto global de la pandemia a pesar de los 200.000 muertos registrados en los Estados Unidos, cayó víctima de la enfermedad, junto a su esposa. El hecho ocurre 48 horas después del primer debate presidencial en el que Donald Trump y Joe Biden se sacaron chispas a una distancia lo suficientemente estrecha como para sospechar un posible contagio del candidato demócrata (que lo obligó a testearse para descartar cualquier especulación).
Ambos septuagenarios forman parte de los llamados "grupos de riesgo" y, a la vez, integran el selecto puñado de dirigentes con reales posibilidades de llegar o permanecer en la Casa de Gobierno más poderosa del planeta. El partido que se disputa el 3 de noviembre tiene tal trascendencia que el episodio ha generado un gran interrogante: ¿cuál será la reacción del electorado estadounidense ante este escenario?
Uno de los mayores atributos de Trump es su capacidad histriónica que le permite ganar en el contacto con la gente, algo que -a un mes de la elección y con una convalescencia mínima de dos semanas por delante- el republicano deberá resignar. Por eso ha llegado a participar de 3 o 4 actos por día en los estados donde le es imperioso recortar distancia, que en los sondeos más optimistas, aún lo tienen entre 5 y 7 puntos por debajo de su rival. La compasión puede jugar un papel importante en este tramo final de la campaña. Muchas veces una desgracia personal despierta una empatía no prevista en medio de un proceso electoral. Pero eso es algo que todavía no se puede visibilizar con nitidez.
En medio de esta situación, aparece la Argentina que, tras cuatro años en los que reeditó la política de las "relaciones carnales" entre Carlos Menem y George Bush, pretende pararse en un lugar distinto dentro del concierto de las naciones de la región, pero sin sacar los pies del plato. Alberto Fernández es perfectamente conciente de que el destino de su gobierno depende de acuerdos internacionales en los que Estados Unidos puede jugar un rol destacado (como por ejemplo, la pendiente negociación con el FMI).
Pero también el presidente argentino sabe positivamente que el adversario comercial más temido por Trump -China- es uno de los aliados que necesitará para reconstruir el país de la mano de la producción y las inversiones. Entonces bascula entre uno y otro, sin romper con ninguno y haciéndole creer a ambos que son los mejores amigos del Gaucho. ¿Cuánto tiempo más se podrá seguir manteniendo esta estrategia?
Lo único sobre lo que el gobierno argentino no tiene dudas es que la elección estadounidense no será lo mismo después del covid de Trump. La pregunta es si van a jugar a la neutralidad hasta que los resultados se conozcan o tomarán posición antes del 3 de noviembre.
La carta
Por lo pronto, este viernes Alberto le envió una carta a su par norteamericano, para desearle a él y a su esposa una “pronta y feliz” recuperación tras el anuncio de que ambos tienen coronavirus. “La magnitud de esta pandemia mundial no distingue entre gobernantes y gobernados, y extiende su peligrosidad de modo amplio”, escribió el mandatario argentino., en un tono similar al que utilizó cuando el Covid tocó a la puerta del Planalto, en Brasilia, y el contagiado era otro anti cuarentena confeso como Jair Bolsonaro.
El presidente argentino también señaló que “todos y todas estamos amenazados y por eso deben profundizarse los cuidados”. Y agregó: “Así lo entienden nuestras comunidades que enfrentan esta tragedia con entereza y responsabilidad”. “Expresándole mi solidaridad en este desafiante momento, y uniéndome a los sentimientos de todo el pueblo de los Estados Unidos, le reitero los deseos en pos de la superación de esta difícil situación”, concluyó Fernández.
Es evidente que la contingencia vivida por Trump obligó a modificar la estrategia trazada por Argentina, con quien la administración del magnate no tiene demasiadas afinidades. Un vocero oficioso del Palacio San Martín, con acceso frecuente al despacho del canciller, le contó a Negocios&Política que "este episodio puede ser decisivo en las urnas y por eso deberemos ser cautos con los próximos pasos, porque la posibilidad de la reelección cobró nuevamente fuerzas a partir del efecto compasivo que puede aprovechar para retener el sillón presidencial".
Besamanos
Las declaraciones del embajador argentino ante la Organización de los Estados Americanos (OEA) Carlos Raimundi quien se refirió a las “posturas sesgadas” en el organismo sobre la situación de los derechos humanos en Venezuela. fueron un balde de agua fría para las relaciones entre EE.UU y la Argentina.
Al día siguiente de este brulote diplomático, el embajador Edward C. Prado se reunió con Felipe Solá para abordar una agenda amplia que, por supuesto, incluyó una referencia al tema venezolano. Sin embargo, Prado fue bastante más allá y pretendió indagar en tono amigable acerca de los planes del gobierno argentino para alentar el clima de negocios, en un momento en el que los rumores plantean escenarios supuestamente conflictivos para el arribo de las inversiones.
Solá es el mascarón de proa ante el mundo de un gobierno cuya fuerza política de sustento no muestra una cara homogénea desde el punto de vista ideológico y debe lidiar con esa contradicción de modo de no provocar fisuras que agrieten la coalición de gobierno.
En la relación con la administración Trump se produce un efecto similar. Para algunos integrantes del Frente de Todos, el de pelo color zanahoria tiene reminiscencias peronistas y lo ven con un gran disruptivo de la política, del mismo modo que lo fue el General. Para otros, sin embargo, representa la encarnación misma del imperialismo que deben combatir para garantizar la soberanía política y la independencia económica de la Nación.
Como un verdadero líder indiscutido Perón seguramente, lograría que cada sector del movimiento se sintiera avalado en sus convicciones y buscaría la manera de mantenerlos equidistantes, articulando con maestría la energía de todos, en pos del sostenimiento del proyecto político que, como dicen los peronistas, es la prioridad. Eso, en definitiva, es el peronismo.